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 Arte postal: libertad para crear, pero con matasellos

Descubre el «mail-art», una concepción que no responde a modas y en la que la comunicación es parte implicada

Día 12/08/2012 - 01.57h
Imagina un tipo de arte, que no dependa de absolutamente nada, que no siga ningún patrón, ninguna moda, en el que las críticas no existan o al menos no sea algo que vaya a determinarlo. Existe: se llama «arte postal» («mail-art»), un movimiento en el que el que toma por completo las riendas de la obra es el artista que la ha creado, él decide absolutamente todo, desde su formación hasta el modo de difundirla.
Es, por tanto, una forma de expresión artística en la que la máxima es la plena libertad de maniobra, incluyendo el modo en el que se va a difundir, factor fundamental de esta filosofía. Cualquier documento u objeto creado que pueda ser puesto en circulación a través de un medio de comunicación ya es susceptible de ser artístico. Así, cuando hablamos de arte postal, hablamos de una libertad que implica un constante reciclaje del concepto de arte, que rompe de paso con la comercialización mercantil.
El principal resultado producido por el arte postal es el haber creado una red de comunicación y de intercambio en la que los artistas pueden expresar sus tendencias y concepciones y, además, recibir información que les permita abordar nuevos campos sin la necesidad de diseñar algo concreto o que se ciña a un patrón. Se trata de una red de comunicación que si ya desde sus orígenes ha sido capaz de lograr una notable extensión, actualmente, gracias a los nuevos canales de comunicación, para los que ya prácticamente no existen fronteras, sigue experimentando un desarrollo constante.
Pero, ¿cómo nace esta concepción artística? Para conocer sus orígenes son imprescindibles dos nombres: el del grupo Fluxus y el de Ray Johnson.

La concepción del arte

El fluxus, término latino que significa «flujo», es un arte complejo que engloba música, artes visuales, escénicas, escultura y literatura y que, de acuerdo con el espíritu de sus propios creadores, no debemos definir ni someter a categorías debido, precisamente, a su carácter abierto y en constante transformación. Sí podemos referirnos, dentro de sus orígenes, a sus coordenadas espacio-temporales: nació en Alemania en forma de revista, «Festum Fluxorum», en Wiesbaden, 1961, así como en famosos conciertos musicales en Nueva York.
De igual modo, podemos afirmar que quedaron sentadas las bases de reconocimiento de esta forma expresiva cuando sus artistas afirmaban oponerse a la obra de arte como objeto de mercancía y poder, algo de lo que ya hemos visto que bebe el arte postal, consideración que había prevalecido durante toda la historia del arte y que únicamente las vanguardias de entreguerras, como el surrealismo o el dadaísmo, condenaron con fuerza.
La diferencia, sin embargo, entre fluxus y vanguardias reside en un afamado concepto que ha aportado mucha luz para adentrarnos en los entresijos del primero: mientras artistas como Duchamp introducían lo cotidiano en el arte, fluxus disuelve el arte en lo cotidiano. Así, el fluir, la libertad de creación y la absorción de la obra en la inmediatez de la realidad que nos rodea día a día, van construyendo no solo una forma de trabajo, sino una filosofía al uso, sin pretensiones técnicas complicadas, y cuidadosa siempre de la aportación interdisciplinar.
De la Alemania de los sesenta surgió George Maciunas (1931-1978) quien configuró la primera panorámica de la tendencia, sin sistematizar en ningún momento, basándose en aspectos lúdicos, nunca pretenciosos y en la sencillez, características contrarias al intelectualismo, complejidad o elaboración del arte tradicional. John Cage amplió las expectativas del fluxus ahondando en la experimentación vanguardista. Los primeros videoartistas, Wolf Vostell («El sol en tu cabeza» es su primera cinta de vídeo) y Nam June Paik, músico electrónico, a partir de cuyos trabajos se produciría la especialización del fluxus en esta modalidad dando lugar a la corriente artística del videoarte, común a Europa y América.

Romper con lo anterior

El fluir del arte se hizo más que nunca patente en la grabación, desde el interior de un taxi, de las calles de Nueva York, cuando Nam June aprovechó la llegada de Pablo VI a la ciudad americana para experimentar con las vivencias psicológicas que brotan del contacto con la realidad del tiempo presente, su inestabilidad, su reproducción posterior y la velocidad.
La técnica audiovisual refuerza la necesidad fluxus de ruptura con los convencionalismos; interactúa con otros parámetros temporales y espaciales; acerca a su mundo lo conceptual, configurando la estructura de sunarración; incluye y experimenta con la performance al tiempo que se aleja de otros géneros ya institucionalizados como el documental o el videoclip.
La estética fluxus abrazó otras tendencias como el happening, del que Vostell fue su pionero en Europa con El teatro está en lacalle, de 1961, (París), Cityrama (Berlín); otras técnicas, como el decollage, de la que hizo uso continuado en sus manifestaciones plásticas y artísticas; por ejemplo, 6 TV Dé collage (1961) o Coca-Cola (1961); el minimalismo, el arte conceptual, siempre, todas ellas, al hilo del crecimiento y difusión de los distintos medios de comunicación y en busca de una estética revolucionaria cuyo objetivo alcanzase un antiarte globalizado.

Las influencias en la actualidad

El carácter abierto de la obra fluxus no apunta únicamente a la multiplicidad de sentidos, a la libertad de selección del soporte, a la deconstrucción lingüística, sino que se dirige, muy a menudo, hacia la investigación de los posibles efectos que puede sufrir el hecho artístico si modificamos los elementos del sistema de comunicación en que se contextualiza este; por ejemplo, el canal. Y fue precisamente esto lo que llamó la atención del gran protagonista del arte postal, de Ray Johnson, que en el año 1962 crea la New York Correspondance School of Art, considerada la primera escuela de arte por correspondencia. Con ella se puso nombre a esa inquietud de la escuela Fluxus y a unas actividades que ya habían puesto en marcha, entre otros, Marcel Duchamp, que viajó de París a Nueva York con su «Botella de aire» o los futuristas italianos Giacomo Balla o Pannaqqui, que a través del correo enviaron piezas, cartulinas con diseños, etc.
Cabe destacar el paso de Johnson por la Black Mountain College, escuela de la que fue alumno desde 1945 hasta 1948 y en la que coincidió con Andy Warhol, artista al que su arte postal también terminaría por seducidir para formar parte de su cadena artística. Su New York Correspondance School of Art no reivindicó nunca la innovación aunque es cierto que consiguió varios hitos: unir vía postal diversas nacionalidades y, en definitiva, ser una red social con verdadero éxito.
Han pasado ya más de 40 años desde su nacimiento oficial, pero el espíritu defendido por fluxus y llevado a su máxima expresión por Johnson sigue vigente. Prueba de ello es que siguen dándose convocatorias para encuentros de mail-artistas de diversos países que ponen en común su forma de entender el arte, gracias a la que, aseguran, están en constante crecimiento.

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