miércoles, 18 de abril de 2012

Jesús Soto y el Color

Exposición explora la relación de Soto con el color en Ascaso

Soto a todo color

Mientras en Madrid se realiza una exposición titulada Negro sobre blanco-Blanco sobre negro, en homenaje a la obra del gran maestro Jesús Soto, la Galería de Arte Ascaso de Caracas dedica una muestra sin precedentes y no menos importante que explora el tema del color.
La exposición Color sobre color presenta piezas significativas de diferentes etapas de su trabajo, con énfasis en los últimos años de su trabajo donde se evidencia una verdadera explosión de ese recurso en sus formatos.

Gran Cuadrado Cobalto Central, 2003 Madera, fórmica, tornillos y pintura 130 x 130 x 14 cm.
Durante el recorrido por las distintas atmósferas creadas para esta especial ocasión, el espectador podrá apreciar claramente “distintas familias de obras”. Soto produce en cada una de ellas diferentes experiencias sensoriales y discursos. Adentrarse e interactuar dentro de un gran penetrable, suele convertirse en una experiencia en extremo interesante. Muy cerca están dispuestas en sala sus famosas ambivalencias, con las que produce conexiones visuales para crear un movimiento virtual sobre el plano a través del uso de los colores, siempre planos, y cuidadosamente superpuestos sobre delgadas líneas. Caminar alrededor de mágicos virtuales, resulta una aventura indescriptible a través de los infinitos hilos que componen las piezas y que generan formas y volúmenes intangibles. Aún mayor es la sorpresa al caminar entre ellas. Las escrituras por su parte, ofrecen otro planteamiento estético del artista, en ellas se encuentran inmersos múltiples aportes al arte cinético. Soto saca la pintura del muro y lo convierte en un gran campo energético, en constante movimiento.

Penetrable Azul de Valencia, 1999 Edición Fundación Jesús Soto N.° 1/1, 2010 Madera y plástico pigmentado 270 x 270 x 870 cm.
Es la primera vez que se dedica una exposición sobre la relación de Soto con el color, como motivo de reflexión. Color sobre color desarrolla una propuesta y ofrece otra mirada sobre el trabajo de Soto, que pone en evidencia su profundo conocimiento sobre las relaciones cromáticas en las que se atreve a romper con los convencionalismos académicos para crear una nueva estética.
La curaduría de la muestra desde el concepto, el título, la selección de las obras y su ubicación en sala estuvo a cargo del equipo de la Fundación Jesús Soto, encabezada por su hija Isabelle, y de Tomás Musset, artista plástico y jefe del taller de restauración de la Fundación, quien acompañó durante más tiempo al maestro en su trabajo.
Para la investigadora y crítica de arte, Bélgica Rodríguez, amiga del artista y autora del texto del catálogo que soporta la muestra, afirma que, lejos de lo que muchos piensan Soto nunca se alejó del color y que tuvo períodos muy importantes durante los cuales se abocó a integrar el movimiento y el comportamiento de los colores, lo que denominó vibraciones.

Violeta Sobre Violeta, 2000 Madera, pintura, hilos de nylon y metal 102 x 102 x 15 cm.
Rodríguez no duda en señalar que Soto fue además de audaz, intuitivo: un verdadero malabarista del color. Cabe citar aquí al maestro: “mi labor fue eminentemente de investigación, de conocer posibilidades nuevas, [de averiguar] dónde estaba el nivel máximo de la pintura moderna para ver si yo podía añadir algo”.
Y así lo confirma la crítica especializada al señalar que en la obra de Soto se combinan muchísimos factores: lo estático con lo dinámico, lo bidimensional con lo tridimensional, lo virtual con lo real, lo sensorial con lo perceptual… Hoy por hoy, personas del entorno cercano de Soto, así como los estudiosos de su obra coinciden con el criterio de que el aporte de Soto al arte universal aún no se agota, por el contrario, que hay mucho todavía por explorar, que aprender e interpretar frente a sus piezas.
En junio, mes aniversario del natalicio del nacimiento del gran maestro del arte cinético, se abre una nueva posibilidad para esa reflexión, para celebrar su legado y para maravillarse frente a su obra. Una experiencia indescriptible para los amantes del arte en nuestra ciudad y que Usted no puede dejar de ver.
Inauguración: Domingo 10 de junio
Galería de Arte Ascaso
Avenida Orinoco, entre Mucuchíes y Monterrey, Las Mercedes.
Horario: lunes a viernes de 08:00am a 01:00pm y de 02:00 a 06:00pm.
Sábados y domingos de 11:00am a 03:00pm en horario corrido.
www.galeriadearteascaso.com
Comunicaciones Carmen Adelina Pinto

El color en la obra de Jesús Soto

Jesús Soto, maestro innovador en la segunda mitad de siglo XX, pudo subvertir el orden de los códigos formales y estéticos de la plástica en momentos en los que internacionalmente hierve la necesidad de cambio —tal como había sucedido en la primera mitad del mismo siglo— y Picasso crea, inventa, propone, uno de los sistemas plásticos que luego influirán de manera definitiva en el curso de las artes visuales. En su tiempo Soto hará lo mismo. El cubismo rompía con todos los estamentos establecidos hasta entonces incluso por el mismo Cézanne y el impresionismo, pero ningún artista había salido del plano bidimensional ni del muro. Él lo propuso y lo hizo con el cinetismo, cuando entra a la escena artística parisina con ideas renovadoras, con la capacidad de trastocar el espíritu de la época y hacer visibles otros parámetros artísticos en los que coincidían las matemáticas, la física, las emociones, así como todo el equipaje de herramientas y sistemas académicos adquirido en su etapa formativa en la Escuela de Arte de Caracas. Propone nuevos códigos formales en el quehacer de las artes plásticas, entre ellos una cuarta dimensión no conocida en ese ámbito y un cromatismo intuitivo, arbitrario, extraño, pero absolutamente eficiente para alterar su universo visible que, igual a docto alquimista, transmuta en transparencias y movimientos virtuales: nada existe todo existe, problema filosófico que plantea una obra como la de Soto, genio venezolano y del mundo. Así, siempre sujeto a las dimensiones de espacio, tiempo y materia, componentes del estamento básico y complejo sobre el cual sustenta toda su obra, reinventa un nuevo círculo cromático de acuerdo a la medida de sus necesidades creativas.

Verdaccio Inferior, 2000 Madera, fórmica, tornillos y pintura 152 x 77 x 14,5 cm.
Al revitalizar la fuerza de diversos colores, situados sobre un mismo plano y en apariencia nada compatibles, al implicarlos con superficies tramadas, el instinto creador de Soto observa sus valores intrínsecos contraponiéndolos a la regularidad cinética de la rejilla-soporte de líneas negras y blancas dispuestas en ritmos horizontales o verticales; el espectador, con fascinación, se relaciona bien con las placas de color o hilos de metal o nylon que avanzan y retroceden de acuerdo a disposiciones de espacio y fuentes de luz, adquiriendo sustancia vital para producir movimiento. Para Soto son importantes las relaciones que «excluyen el vacío» y que «existen autónomamente»; asume el riesgo de incorporar color con este propósito, en condiciones planimétricas en las ambivalencias o cuadrados cinéticos, o en condiciones espaciales en las escrituras, penetrables y cubos virtuales. Sin otra consideración que el carácter expresivo sustancial al color, el movimiento se crea por contradicciones entre los elementos. Sin importarle sus valores en la escala cromática convencional, serán sus decisiones las que lo conducen a colocar un magenta al lado de un amarillo, un violeta al lado de un rojo, un ocre al lado de un negro. Lo arbitrario de estas decisiones forma parte de la libertad para romper con los códigos tradicionales del quehacer artístico cuando enfatiza que le interesan las combinaciones vibratorias con independencia de las armonías formalmente aceptadas. La geometrización cromática de Soto tiene su base en la desobediencia formalista de Cézanne, Picasso y Mondrian, mientras que su madurez se centra en la correspondencia plástica funcional de las «partes» de la obra y la construcción de transparencias virtuales e interacción del color en diferentes dimensiones espaciales, que originan diversos macrocosmos óptico-cinéticos. En la gran exposición del Centro Pompidou (París 1979), ya abierto con libertad a la utilización de un amplio abanico cromático y habiendo enriquecido su propio cinetismo al cambiar la estructura espacial de sus casi arquitecturales trabajos, expone varios «cuadrados vibrantes» donde el color es protagonista.
El color entra a la vida de Soto desde que pintaba carteles del cine local en su natal Ciudad Bolívar. En todas las entrevistas reitera que, precisamente, los pigmentos que usaba cuando era un aprendiz adolescente son los que más utiliza en su trabajo de adulto, en especial el azul cobalto, que ha pasado al argot de la plástica como el azul cinético. Al respecto, el artista comenta: «(…) lo curioso es que estos mismos colores que usaba todos los días para pintar los carteles (…) son en el fondo los que he empleado y empleo aún en mi obra» (Ariel Jiménez, Colección Patricia Phelps de Cisneros, Cuaderno 6, 2001). Las combinaciones que su sensibilidad creativa le comandaba servirían más tarde para establecer acoplamientos cromáticos fuera de convencionalismos académicos. Habla del verde oliva en las vibraciones, sin embargo no han sido muchas las veces en las que se refiere al color como parte fundamental de sus propuestas cinéticas. En una de las conversaciones con Ariel Jiménez comenta que lo introduce «(…) como un estado vibratorio (…), —necesitaba ponerlo— (…) en movimiento (…) donde la ambigüedad espacial resulte de sus superposiciones más evidentes».

Olivia, 2003 Madera, fórmica, tornillos y pintura 150 x 75 x 15 cm.
La muestra antológica Color sobre color organizada por la Galería de Arte Ascaso y dedicada a esta faceta del artista, corresponde a sus últimos veinte años de producción. En ella se exponen piezas fundamentales de varias series: ambivalencias, virtuales, escrituras con fondo de color y un penetrable, todas realizadas entre los años ochenta y dos mil, comenzando por las «ambivalencias» animadas por la relación de las placas de color entre sí y el soporte-trama de finísimas líneas negras y blancas en ritmos verticales. Todas provienen del Taller Soto de Caracas y más de la mitad de ellas expuestas en anteriores oportunidades, plantean la vibración del color sobre la trama en movimiento virtual para lograr lo que se define como ambigüedad espacial. Se muestra también el maravilloso Penetrable azul de Valencia, visto en la Galería de Arte Ascaso de Valencia (1999-2000) y luego en la colectiva de escultura Único y diverso (2008) en esos mismos espacios, y por primera vez un ejemplar de cada una de las series serigráficas en papel y metal, realizadas por Soto, extraordinarios ejemplos de la energía estético-cinética del artista.
Un breve recuento por el paso de la obra de Soto a través del color remonta a los años cincuenta y comienza concretamente a principios de la década. En su obra geométrico-orgánica y abstracta, por ejemplo en las Composiciones dinámicas (1951), se aprecian planos bien marcados en azul cobalto, amarillo, rojo; lo mismo en las Repeticiones ópticas del mismo año. En declaraciones suyas citadas en el libro Soto (Editions du Griffon, Suiza, 1984, p. 34) con respecto a estos años explica: «(…) para aplicar la noción de lo permutable hice una serie de ocho colores a los que adjudiqué una relación matemática la cual necesariamente tenía que elegir de antemano y que luego respetaba en todos sus resultados. Más tarde agrego un nuevo color —teóricamente el ultravioleta— convirtiendo en nueve los elementos de la serie. Realizo entonces una serie que titulo Études pour une série: yo los enumeraba mediante una cuadrícula y colocaba los colores en los espacios que determinaba la permutación». El color continúa teniendo presencia en obras como Doble transparencia y Armonía transformable (ambas de 1956), pero hacia finales de estos años, momento de entusiasta desarrollo de las estructuras cinéticas, lo deja de lado para enfocarse más directamente en el blanco y el negro. El rompimiento con la academia y la geometría es total. Continúa con otros intereses y más tarde plantea: «(…) después de haber trabajado durante los años sesenta y setenta dentro de una relativa sobriedad en el uso del color, me intereso nuevamente por este elemento pero desde una perspectiva diferente a la que tuve con mis obras de 1956-1957. Durante esos años me atrajeron más las posibilidades combinatorias y vibratorias del color, independiente o contra los conceptos tradicionales de armonía cromática» (Jiménez, p. 72). Cuando Soto se refiere a una «relativa sobriedad en el uso del color», revela que no lo abandona por completo, puesto que a su conveniencia continúa utilizando el rojo o el amarillo, ejemplo de ello es Fiesta (1969), con dos grandes franjas, horizontal en rojo y vertical en amarillo. Haciendo un recorrido cronológico y un análisis visual, se observa que el amarillo, rojo, azul cobalto, verde oliva y aquel que denomina ultravioleta, aparecen de modo reiterado desde el principio de su carrera, que en mayor o menor presencia se encuentran acompañando al negro, incluso en los leños de los sesenta y en las progresiones elípticas de los setenta. Aquí podría mencionarse el Mural azul, amarillo y negro (1974), dispuesto en el Museo de Arte Contemporáneo de Caracas Sofía Imber.
La audacia y el talento de Soto a la hora de marcar el color para revelarlo sutilmente a través de las vibraciones ondulatorias de las varillas de metal quedan patentes también en el uso del «rosa». Frente a una gran «T» y un cuadrado virtual de 1979, le oí en sus propias palabras que era un color peligroso y delicado, puesto que podía caer en lo cursi, sin embargo, toda obra donde lo incorpora expresa lo contrario, gracias a la enorme atmósfera poética en movimiento y la poderosa plasticidad de este apacible color, ejemplo extraordinario de lo cual es Petite progression rose et blanche (1976). A principios de los ochenta introduce un cromatismo violento con sus ya características arbitrarias combinaciones, enfatiza el rechazo al formalismo cromático de los manuales académicos y define las ambivalencias. Emblemáticas de esta serie son obras como Ambivalencia en el espacio color # 26 (1981) y Ambivalencia New York F (1984), presentes en Color sobre color, al igual que otras magníficas piezas como Espacios abiertos y Tres valores con ladrillos (ambas de 1980) o Planos ambivalentes y Ambivalencia sobre el rombo (1981), que no se incluyeron aquí pero que marcaron nuevos rumbos en el trabajo de Soto. Para los noventa experimenta con el color en las escrituras —fundamentales en el monocromatismo negro y blanco—, destacando la bella y poética Escritura a color (1996), expuesta en la muestra homenaje que se le rindiera en los espacios expositivos de PDV, Caracas, y que corresponde a un nuevo descubrimiento cromático. En la exposición que nos ocupa se exhiben Escritura azul, de fondo azul, vista con anterioridad en la Galería Dimaca, y Escritura roja, de fondo rojo (ambas de 2004).

Cubo-Esfera, 2003 Hilos de nylon, pintura y metal 275 x 121 x 152 cm.
Las exploraciones nada ortodoxas en el comportamiento óptico del color para Jesús Soto fueron maneras de intensificar lo virtual de acuerdo a un sistema sustentado por varios componentes y valores plásticos. Ordenadas de manera aleatoria, pero siguiendo ritmos definidos por él, las diferentes placas coloreadas bidimensionales, apoyadas sobre tramas de finísimas líneas (ambivalencias), o los hilos de alambre en alfabetos retorcidos colgando delante de la trama (escrituras), o de nylon en la serie virtuales (cubos y penetrables), generan atmósferas en movimiento, no visibles pero perceptibles, que flotan frente al espectador o alrededor de él, ejercicio liberador de emociones en perfecta relación armónica para crear tridimensionalidades fluctuantes. De las matemáticas toma prestado el concepto de la cuarta dimensión, implicando con ello variaciones en tiempo y velocidades orientadas hacia múltiples direcciones: moverse hacia delante o atrás, alrededor, arriba-abajo, unido todo esto a la revolución cubista referente a la de-construcción de la forma, en su caso para convertirla en un vacío lleno de color óptico, en una «nada», en transparencias, perfectas «traducciones» de lo real a lo visualmente imaginado.
Para Soto el arte no fue un medio para conocer la vida, pero sí una vía para explicar lo que el hombre creador ofrece al Ser espiritual. La obra de Soto no concierne a descripciones ni a abstracciones, pero sí a una realidad plástica creada que nada tiene que ver con el mundo visible, solo con el arte. Es evidente que buscó en el color una energía diferente al fluido artístico, incluso el más convencional, en su obra cinética blanco y negro. Pero también ofreció una estructura óptica en las relaciones de color y movimiento. Podría decirse que, como Mondrian, alcanzó el «absoluto». En su estética plástica refleja la turbulencia del mundo contemporáneo y sus motivaciones de conflictos, al asumir de nuevas maneras el significado de la creación como parte de la sensibilidad inherente al hombre ante un entorno siempre en movimiento. Sin ser dogmático en sus principios y conceptos, pero sin desviarse de su credo artístico, fue capaz de entretejer un lenguaje-color que coadyuvó al logro cinético y vibracional del universo del arte.
Bélgica Rodríguez
Abril 2012

Color sobre color es el nombre de una obra de Jesús Soto

La exposición nace de conversaciones con Tomás Musset, artista plástico y jefe del taller de restauración de la Fundación Jesús Soto, quien es la persona que acompañó a Soto durante más tiempo en su trabajo.
El color ha sido siempre participe de la obra de Soto, con largas épocas en las cuales intervenía de forma minimalista, pero sin lugar a dudas con la aparición a principios de los ochenta de una nueva familia de obras, las Ambivalencias, el color vuelve a pasar a un primer plano y, en particular, lo que él definió anteriormente como la vibración del color empieza a trabajar por su misma presencia y moviliza el espacio en su densidad.

A partir de la segunda mitad de los noventa aparecen los Virtuales, una familia de obras en cuatro dimensiones que ubican físicamente la vibración del color en el espacio, mediante volúmenes que son esferas, ovoides y cubos variados; se instalan y desmontan según su estructura a medida que nos desplazamos, existen y se esfuman, desapareciendo el color por brillante que sea para instalarlo nuevamente unos segundos después en toda su vibración.
No fue sino desde la observación, la invasión de los tacos de múltiples colores en las grandes mesas del taller, el asombro de las armonías que iban surgiendo, armonías en ruptura con los academicismos y convenciones, de una dinámica cambiante, desestructurando formas y espacios con una sorprendente presencia y la fascinación que llega a crear en uno, que nos acercamos Tomás y yo a la propuesta de esta exposición.
En los veinticinco últimos años de la obra no sólo aparecen nuevas familias de obras, sino que familias y elementos de trabajo ya existentes como las Tes, los Tacos, las Escrituras, los Penetrables, que se ponen al servicio del color, su vibración y la dinamización de las formas planas o volumétricas.
Esta muestra fue elaborada a 4 manos, desde el concepto, el título, la selección de las obras y su ubicación en los distintos niveles que conforman la galería, la selección de los textos incluidos en la exposición, en el intento de llevar a otra mirada, una reflexión sensible de la presencia del color en la obra, su función y sus distintas y opuestas identidades físicas quien de tres, quien de 4 dimensiones, de las Ambivalencias y las Escrituras de fondo colorido al Penetrable Azul y los Virtuales impenetrables pero tan permeables a la mirada.
Isabelle Soto

Cuatro ojos, dos miradas

Mi vinculación con Soto parte desde 1974, yo joven artista plástico Soto me invita a que hiciera parte de su equipo de trabajo. Desde ese momento conocí de cerca sus afanes de búsqueda en el campo donde ya era un maestro reconocido: el cinetismo.
Soto debido a sus actividades expositivas nos involucra en esa aventura maravillosa de divulgar y comunicar su arte en espacios de museos, corporaciones y sitios insólitos alrededor del mundo.
No fue sino desde la emoción que empecé a involucrarme en esta muestra. Buscábamos Isabel y yo, el pretexto, creo que acertamos: Soto y su tratamiento del color en su obra. Indagamos de cómo empezó su interés por el color desde su nueva situación, es decir, ya instalado en Europa y las inquietudes que se le planteaban y el abordaje a nuevas formas y contenidos del arte.

Cubo Polícromo, 1997. Hilos de nylon, pintura, madera, arena y metal. 240 x 120 x 120 cm
Formado como pintor, naturalmente tenía que acudir a entre otras herramientas a ese insumo - el color - para acomodarlo a sus novedosos planteamientos desde temprano, es decir a mediados de los años cincuenta, y cercano en el tiempo de aquella ya histórica exposición “Le Mouvement “ en la galería Denise René de París.
En este momento, dice Soto, “me interesé por las posibilidades combinatorias y vibratorias del color”. Soto ensaya, busca que el color se manifieste de manera que no muestre ninguna vinculación con la armonía tradicional.
Quisimos dar el testimonio de cómo Soto, en los últimos veinticinco, treinta años de sostenido trabajo había enfocado su obra hacia la acentuación o protagonismo más radical del color en sus piezas; incluso con decisiones hasta este momento inéditas: hacer el rayado blanco sobre las superficies fondeadas con color. Así vemos como las escrituras hasta este momento, recatadas en su tratamiento adquieren frondosa iluminación y otra vivacidad.
Y es definitivamente en las ambivalencias donde Soto hace la gran fiesta: aquel amarillo que juguetea con los vecinos oliva y auyama, ese rojo con un cobalto que se aleja, y así.
Ambivalencias o reacciones cromo-dinámicas:
Esos cuadrados de color que se “mueven” delante de un plano tramado de color Soto las llamó ambivalencias.
Esa palabra nos puede sugerir que tan sólo dos son las posibilidades que deben actuar para generar una situación, más Soto con su desenfadado tratamiento del color hace que esas placas coloreadas de la obra se comporten diversamente: yendo y viniendo, avanzando y retrayéndose por lo que el cuadro se transforma en campo de color y movimiento.
Virtuales:
De cómo ese hilillo pintado y repetido con insistencia conformaría esas formas geométricas buscadas: sean óvalos coloreados, cubos rigurosos de aristas y campo de color bien definidos, esferas pequeñas, grandes esferas pletóricas de sabios colores. A ese maravilloso y mágico resultado Soto le puso nombre: virtuales
Tomás Musset

No hay comentarios:

Publicar un comentario