Martes 05 de Junio de 2012 11:27
Soto a todo color
Mientras en Madrid se realiza una exposición titulada Negro sobre
blanco-Blanco sobre negro, en homenaje a la obra del gran maestro Jesús
Soto, la Galería de Arte Ascaso de Caracas dedica una muestra sin
precedentes y no menos importante que explora el tema del color.
La exposición
Color sobre color presenta piezas
significativas de diferentes etapas de su trabajo, con énfasis en los
últimos años de su trabajo donde se evidencia una verdadera explosión de
ese recurso en sus formatos.
Gran Cuadrado Cobalto Central, 2003 Madera, fórmica, tornillos y pintura 130 x 130 x 14 cm.
Durante el recorrido por las distintas atmósferas creadas para esta
especial ocasión, el espectador podrá apreciar claramente “distintas
familias de obras”. Soto produce en cada una de ellas diferentes
experiencias sensoriales y discursos. Adentrarse e interactuar dentro de
un gran penetrable, suele convertirse en una experiencia en extremo
interesante. Muy cerca están dispuestas en sala sus famosas
ambivalencias, con las que produce conexiones visuales para crear un
movimiento virtual sobre el plano a través del uso de los colores,
siempre planos, y cuidadosamente superpuestos sobre delgadas líneas.
Caminar alrededor de mágicos virtuales, resulta una aventura
indescriptible a través de los infinitos hilos que componen las piezas y
que generan formas y volúmenes intangibles. Aún mayor es la sorpresa al
caminar entre ellas. Las escrituras por su parte, ofrecen otro
planteamiento estético del artista, en ellas se encuentran inmersos
múltiples aportes al arte cinético. Soto saca la pintura del muro y lo
convierte en un gran campo energético, en constante movimiento.
Penetrable Azul de Valencia, 1999 Edición Fundación Jesús Soto N.° 1/1, 2010 Madera y plástico pigmentado 270 x 270 x 870 cm.
Es la primera vez que se dedica una exposición sobre la relación de
Soto con el color, como motivo de reflexión. Color sobre color
desarrolla una propuesta y ofrece otra mirada sobre el trabajo de Soto,
que pone en evidencia su profundo conocimiento sobre las relaciones
cromáticas en las que se atreve a romper con los convencionalismos
académicos para crear una nueva estética.
La curaduría de la muestra desde el concepto, el título, la selección
de las obras y su ubicación en sala estuvo a cargo del equipo de la
Fundación Jesús Soto, encabezada por su hija Isabelle, y de Tomás
Musset, artista plástico y jefe del taller de restauración de la
Fundación, quien acompañó durante más tiempo al maestro en su trabajo.
Para la investigadora y crítica de arte, Bélgica Rodríguez, amiga del
artista y autora del texto del catálogo que soporta la muestra, afirma
que, lejos de lo que muchos piensan Soto nunca se alejó del color y que
tuvo períodos muy importantes durante los cuales se abocó a integrar el
movimiento y el comportamiento de los colores, lo que denominó
vibraciones.
Violeta Sobre Violeta, 2000 Madera, pintura, hilos de nylon y metal 102 x 102 x 15 cm.
Rodríguez no duda en señalar que Soto fue además de audaz, intuitivo:
un verdadero malabarista del color. Cabe citar aquí al maestro: “mi
labor fue eminentemente de investigación, de conocer posibilidades
nuevas, [de averiguar] dónde estaba el nivel máximo de la pintura
moderna para ver si yo podía añadir algo”.
Y así lo confirma la crítica especializada al señalar que en la obra
de Soto se combinan muchísimos factores: lo estático con lo dinámico, lo
bidimensional con lo tridimensional, lo virtual con lo real, lo
sensorial con lo perceptual… Hoy por hoy, personas del entorno cercano
de Soto, así como los estudiosos de su obra coinciden con el criterio de
que el aporte de Soto al arte universal aún no se agota, por el
contrario, que hay mucho todavía por explorar, que aprender e
interpretar frente a sus piezas.
En junio, mes aniversario del natalicio del nacimiento del gran
maestro del arte cinético, se abre una nueva posibilidad para esa
reflexión, para celebrar su legado y para maravillarse frente a su obra.
Una experiencia indescriptible para los amantes del arte en nuestra
ciudad y que Usted no puede dejar de ver.
Inauguración: Domingo 10 de junio
Galería de Arte Ascaso
Avenida Orinoco, entre Mucuchíes y Monterrey, Las Mercedes.
Horario: lunes a viernes de 08:00am a 01:00pm y de 02:00 a 06:00pm.
Sábados y domingos de 11:00am a 03:00pm en horario corrido.
www.galeriadearteascaso.com
Comunicaciones Carmen Adelina Pinto
El color en la obra de Jesús Soto
Jesús Soto, maestro innovador en la segunda mitad de siglo XX, pudo
subvertir el orden de los códigos formales y estéticos de la plástica en
momentos en los que internacionalmente hierve la necesidad de cambio
—tal como había sucedido en la primera mitad del mismo siglo— y Picasso
crea, inventa, propone, uno de los sistemas plásticos que luego
influirán de manera definitiva en el curso de las artes visuales. En su
tiempo Soto hará lo mismo. El cubismo rompía con todos los estamentos
establecidos hasta entonces incluso por el mismo Cézanne y el
impresionismo, pero ningún artista había salido del plano bidimensional
ni del muro. Él lo propuso y lo hizo con el cinetismo, cuando entra a la
escena artística parisina con ideas renovadoras, con la capacidad de
trastocar el espíritu de la época y hacer visibles otros parámetros
artísticos en los que coincidían las matemáticas, la física, las
emociones, así como todo el equipaje de herramientas y sistemas
académicos adquirido en su etapa formativa en la Escuela de Arte de
Caracas. Propone nuevos códigos formales en el quehacer de las artes
plásticas, entre ellos una cuarta dimensión no conocida en ese ámbito y
un cromatismo intuitivo, arbitrario, extraño, pero absolutamente
eficiente para alterar su universo visible que, igual a docto
alquimista, transmuta en transparencias y movimientos virtuales: nada
existe todo existe, problema filosófico que plantea una obra como la de
Soto, genio venezolano y del mundo. Así, siempre sujeto a las
dimensiones de espacio, tiempo y materia, componentes del estamento
básico y complejo sobre el cual sustenta toda su obra, reinventa un
nuevo círculo cromático de acuerdo a la medida de sus necesidades
creativas.
Verdaccio Inferior, 2000 Madera, fórmica, tornillos y pintura 152 x 77 x 14,5 cm.
Al revitalizar la fuerza de diversos colores, situados sobre un mismo
plano y en apariencia nada compatibles, al implicarlos con superficies
tramadas, el instinto creador de Soto observa sus valores intrínsecos
contraponiéndolos a la regularidad cinética de la rejilla-soporte de
líneas negras y blancas dispuestas en ritmos horizontales o verticales;
el espectador, con fascinación, se relaciona bien con las placas de
color o hilos de metal o nylon que avanzan y retroceden de acuerdo a
disposiciones de espacio y fuentes de luz, adquiriendo sustancia vital
para producir movimiento. Para Soto son importantes las relaciones que
«excluyen el vacío» y que «existen autónomamente»; asume el riesgo de
incorporar color con este propósito, en condiciones planimétricas en las
ambivalencias o cuadrados cinéticos, o en condiciones espaciales en las
escrituras, penetrables y cubos virtuales. Sin otra consideración que
el carácter expresivo sustancial al color, el movimiento se crea por
contradicciones entre los elementos. Sin importarle sus valores en la
escala cromática convencional, serán sus decisiones las que lo conducen a
colocar un magenta al lado de un amarillo, un violeta al lado de un
rojo, un ocre al lado de un negro. Lo arbitrario de estas decisiones
forma parte de la libertad para romper con los códigos tradicionales del
quehacer artístico cuando enfatiza que le interesan las combinaciones
vibratorias con independencia de las armonías formalmente aceptadas. La
geometrización cromática de Soto tiene su base en la desobediencia
formalista de Cézanne, Picasso y Mondrian, mientras que su madurez se
centra en la correspondencia plástica funcional de las «partes» de la
obra y la construcción de transparencias virtuales e interacción del
color en diferentes dimensiones espaciales, que originan diversos
macrocosmos óptico-cinéticos. En la gran exposición del Centro Pompidou
(París 1979), ya abierto con libertad a la utilización de un amplio
abanico cromático y habiendo enriquecido su propio cinetismo al cambiar
la estructura espacial de sus casi arquitecturales trabajos, expone
varios «cuadrados vibrantes» donde el color es protagonista.
El color entra a la vida de Soto desde que pintaba carteles del cine
local en su natal Ciudad Bolívar. En todas las entrevistas reitera que,
precisamente, los pigmentos que usaba cuando era un aprendiz adolescente
son los que más utiliza en su trabajo de adulto, en especial el azul
cobalto, que ha pasado al argot de la plástica como el azul cinético. Al
respecto, el artista comenta: «(…) lo curioso es que estos mismos
colores que usaba todos los días para pintar los carteles (…) son en el
fondo los que he empleado y empleo aún en mi obra» (Ariel Jiménez,
Colección Patricia Phelps de Cisneros, Cuaderno 6, 2001). Las
combinaciones que su sensibilidad creativa le comandaba servirían más
tarde para establecer acoplamientos cromáticos fuera de
convencionalismos académicos. Habla del verde oliva en las vibraciones,
sin embargo no han sido muchas las veces en las que se refiere al color
como parte fundamental de sus propuestas cinéticas. En una de las
conversaciones con Ariel Jiménez comenta que lo introduce «(…) como un
estado vibratorio (…), —necesitaba ponerlo— (…) en movimiento (…) donde
la ambigüedad espacial resulte de sus superposiciones más evidentes».
Olivia, 2003 Madera, fórmica, tornillos y pintura 150 x 75 x 15 cm.
La muestra antológica Color sobre color organizada por la Galería de
Arte Ascaso y dedicada a esta faceta del artista, corresponde a sus
últimos veinte años de producción. En ella se exponen piezas
fundamentales de varias series: ambivalencias, virtuales, escrituras con
fondo de color y un penetrable, todas realizadas entre los años ochenta
y dos mil, comenzando por las «ambivalencias» animadas por la relación
de las placas de color entre sí y el soporte-trama de finísimas líneas
negras y blancas en ritmos verticales. Todas provienen del Taller Soto
de Caracas y más de la mitad de ellas expuestas en anteriores
oportunidades, plantean la vibración del color sobre la trama en
movimiento virtual para lograr lo que se define como ambigüedad
espacial. Se muestra también el maravilloso Penetrable azul de Valencia,
visto en la Galería de Arte Ascaso de Valencia (1999-2000) y luego en
la colectiva de escultura Único y diverso (2008) en esos mismos
espacios, y por primera vez un ejemplar de cada una de las series
serigráficas en papel y metal, realizadas por Soto, extraordinarios
ejemplos de la energía estético-cinética del artista.
Un breve recuento por el paso de la obra de Soto a través del color
remonta a los años cincuenta y comienza concretamente a principios de la
década. En su obra geométrico-orgánica y abstracta, por ejemplo en las
Composiciones dinámicas (1951), se aprecian planos bien marcados en azul
cobalto, amarillo, rojo; lo mismo en las Repeticiones ópticas del mismo
año. En declaraciones suyas citadas en el libro Soto (Editions du
Griffon, Suiza, 1984, p. 34) con respecto a estos años explica: «(…)
para aplicar la noción de lo permutable hice una serie de ocho colores a
los que adjudiqué una relación matemática la cual necesariamente tenía
que elegir de antemano y que luego respetaba en todos sus resultados.
Más tarde agrego un nuevo color —teóricamente el ultravioleta—
convirtiendo en nueve los elementos de la serie. Realizo entonces una
serie que titulo Études pour une série: yo los enumeraba mediante una
cuadrícula y colocaba los colores en los espacios que determinaba la
permutación». El color continúa teniendo presencia en obras como Doble
transparencia y Armonía transformable (ambas de 1956), pero hacia
finales de estos años, momento de entusiasta desarrollo de las
estructuras cinéticas, lo deja de lado para enfocarse más directamente
en el blanco y el negro. El rompimiento con la academia y la geometría
es total. Continúa con otros intereses y más tarde plantea: «(…) después
de haber trabajado durante los años sesenta y setenta dentro de una
relativa sobriedad en el uso del color, me intereso nuevamente por este
elemento pero desde una perspectiva diferente a la que tuve con mis
obras de 1956-1957. Durante esos años me atrajeron más las posibilidades
combinatorias y vibratorias del color, independiente o contra los
conceptos tradicionales de armonía cromática» (Jiménez, p. 72). Cuando
Soto se refiere a una «relativa sobriedad en el uso del color», revela
que no lo abandona por completo, puesto que a su conveniencia continúa
utilizando el rojo o el amarillo, ejemplo de ello es Fiesta (1969), con
dos grandes franjas, horizontal en rojo y vertical en amarillo. Haciendo
un recorrido cronológico y un análisis visual, se observa que el
amarillo, rojo, azul cobalto, verde oliva y aquel que denomina
ultravioleta, aparecen de modo reiterado desde el principio de su
carrera, que en mayor o menor presencia se encuentran acompañando al
negro, incluso en los leños de los sesenta y en las progresiones
elípticas de los setenta. Aquí podría mencionarse el Mural azul,
amarillo y negro (1974), dispuesto en el Museo de Arte Contemporáneo de
Caracas Sofía Imber.
La audacia y el talento de Soto a la hora de marcar el color para
revelarlo sutilmente a través de las vibraciones ondulatorias de las
varillas de metal quedan patentes también en el uso del «rosa». Frente a
una gran «T» y un cuadrado virtual de 1979, le oí en sus propias
palabras que era un color peligroso y delicado, puesto que podía caer en
lo cursi, sin embargo, toda obra donde lo incorpora expresa lo
contrario, gracias a la enorme atmósfera poética en movimiento y la
poderosa plasticidad de este apacible color, ejemplo extraordinario de
lo cual es Petite progression rose et blanche (1976). A principios de
los ochenta introduce un cromatismo violento con sus ya características
arbitrarias combinaciones, enfatiza el rechazo al formalismo cromático
de los manuales académicos y define las ambivalencias. Emblemáticas de
esta serie son obras como Ambivalencia en el espacio color # 26 (1981) y
Ambivalencia New York F (1984), presentes en Color sobre color, al
igual que otras magníficas piezas como Espacios abiertos y Tres valores
con ladrillos (ambas de 1980) o Planos ambivalentes y Ambivalencia sobre
el rombo (1981), que no se incluyeron aquí pero que marcaron nuevos
rumbos en el trabajo de Soto. Para los noventa experimenta con el color
en las escrituras —fundamentales en el monocromatismo negro y blanco—,
destacando la bella y poética Escritura a color (1996), expuesta en la
muestra homenaje que se le rindiera en los espacios expositivos de PDV,
Caracas, y que corresponde a un nuevo descubrimiento cromático. En la
exposición que nos ocupa se exhiben Escritura azul, de fondo azul, vista
con anterioridad en la Galería Dimaca, y Escritura roja, de fondo rojo
(ambas de 2004).
Cubo-Esfera, 2003 Hilos de nylon, pintura y metal 275 x 121 x 152 cm.
Las exploraciones nada ortodoxas en el comportamiento óptico del
color para Jesús Soto fueron maneras de intensificar lo virtual de
acuerdo a un sistema sustentado por varios componentes y valores
plásticos. Ordenadas de manera aleatoria, pero siguiendo ritmos
definidos por él, las diferentes placas coloreadas bidimensionales,
apoyadas sobre tramas de finísimas líneas (ambivalencias), o los hilos
de alambre en alfabetos retorcidos colgando delante de la trama
(escrituras), o de nylon en la serie virtuales (cubos y penetrables),
generan atmósferas en movimiento, no visibles pero perceptibles, que
flotan frente al espectador o alrededor de él, ejercicio liberador de
emociones en perfecta relación armónica para crear tridimensionalidades
fluctuantes. De las matemáticas toma prestado el concepto de la cuarta
dimensión, implicando con ello variaciones en tiempo y velocidades
orientadas hacia múltiples direcciones: moverse hacia delante o atrás,
alrededor, arriba-abajo, unido todo esto a la revolución cubista
referente a la de-construcción de la forma, en su caso para convertirla
en un vacío lleno de color óptico, en una «nada», en transparencias,
perfectas «traducciones» de lo real a lo visualmente imaginado.
Para Soto el arte no fue un medio para conocer la vida, pero sí una
vía para explicar lo que el hombre creador ofrece al Ser espiritual. La
obra de Soto no concierne a descripciones ni a abstracciones, pero sí a
una realidad plástica creada que nada tiene que ver con el mundo
visible, solo con el arte. Es evidente que buscó en el color una energía
diferente al fluido artístico, incluso el más convencional, en su obra
cinética blanco y negro. Pero también ofreció una estructura óptica en
las relaciones de color y movimiento. Podría decirse que, como Mondrian,
alcanzó el «absoluto». En su estética plástica refleja la turbulencia
del mundo contemporáneo y sus motivaciones de conflictos, al asumir de
nuevas maneras el significado de la creación como parte de la
sensibilidad inherente al hombre ante un entorno siempre en movimiento.
Sin ser dogmático en sus principios y conceptos, pero sin desviarse de
su credo artístico, fue capaz de entretejer un lenguaje-color que
coadyuvó al logro cinético y vibracional del universo del arte.
Bélgica Rodríguez
Abril 2012
Color sobre color es el nombre de una obra de Jesús Soto
La exposición nace de conversaciones con Tomás Musset, artista
plástico y jefe del taller de restauración de la Fundación Jesús Soto,
quien es la persona que acompañó a Soto durante más tiempo en su
trabajo.
El color ha sido siempre participe de la obra de Soto, con largas
épocas en las cuales intervenía de forma minimalista, pero sin lugar a
dudas con la aparición a principios de los ochenta de una nueva familia
de obras, las Ambivalencias, el color vuelve a pasar a un primer plano
y, en particular, lo que él definió anteriormente como la vibración del
color empieza a trabajar por su misma presencia y moviliza el espacio en
su densidad.
A partir de la segunda mitad de los noventa aparecen los Virtuales,
una familia de obras en cuatro dimensiones que ubican físicamente la
vibración del color en el espacio, mediante volúmenes que son esferas,
ovoides y cubos variados; se instalan y desmontan según su estructura a
medida que nos desplazamos, existen y se esfuman, desapareciendo el
color por brillante que sea para instalarlo nuevamente unos segundos
después en toda su vibración.
No fue sino desde la observación, la invasión de los tacos de
múltiples colores en las grandes mesas del taller, el asombro de las
armonías que iban surgiendo, armonías en ruptura con los academicismos y
convenciones, de una dinámica cambiante, desestructurando formas y
espacios con una sorprendente presencia y la fascinación que llega a
crear en uno, que nos acercamos Tomás y yo a la propuesta de esta
exposición.
En los veinticinco últimos años de la obra no sólo aparecen nuevas
familias de obras, sino que familias y elementos de trabajo ya
existentes como las Tes, los Tacos, las Escrituras, los Penetrables, que
se ponen al servicio del color, su vibración y la dinamización de las
formas planas o volumétricas.
Esta muestra fue elaborada a 4 manos, desde el concepto, el título,
la selección de las obras y su ubicación en los distintos niveles que
conforman la galería, la selección de los textos incluidos en la
exposición, en el intento de llevar a otra mirada, una reflexión
sensible de la presencia del color en la obra, su función y sus
distintas y opuestas identidades físicas quien de tres, quien de 4
dimensiones, de las Ambivalencias y las Escrituras de fondo colorido al
Penetrable Azul y los Virtuales impenetrables pero tan permeables a la
mirada.
Isabelle Soto
Cuatro ojos, dos miradas
Mi vinculación con Soto parte desde 1974, yo joven artista plástico
Soto me invita a que hiciera parte de su equipo de trabajo. Desde ese
momento conocí de cerca sus afanes de búsqueda en el campo donde ya era
un maestro reconocido: el cinetismo.
Soto debido a sus actividades expositivas nos involucra en esa
aventura maravillosa de divulgar y comunicar su arte en espacios de
museos, corporaciones y sitios insólitos alrededor del mundo.
No fue sino desde la emoción que empecé a involucrarme en esta
muestra. Buscábamos Isabel y yo, el pretexto, creo que acertamos: Soto y
su tratamiento del color en su obra. Indagamos de cómo empezó su
interés por el color desde su nueva situación, es decir, ya instalado en
Europa y las inquietudes que se le planteaban y el abordaje a nuevas
formas y contenidos del arte.
Cubo Polícromo, 1997. Hilos de nylon, pintura, madera, arena y metal. 240 x 120 x 120 cm
Formado como pintor, naturalmente tenía que acudir a entre otras
herramientas a ese insumo - el color - para acomodarlo a sus novedosos
planteamientos desde temprano, es decir a mediados de los años
cincuenta, y cercano en el tiempo de aquella ya histórica exposición “Le
Mouvement “ en la galería Denise René de París.
En este momento, dice Soto, “me interesé por las posibilidades
combinatorias y vibratorias del color”. Soto ensaya, busca que el color
se manifieste de manera que no muestre ninguna vinculación con la
armonía tradicional.
Quisimos dar el testimonio de cómo Soto, en los últimos veinticinco,
treinta años de sostenido trabajo había enfocado su obra hacia la
acentuación o protagonismo más radical del color en sus piezas; incluso
con decisiones hasta este momento inéditas: hacer el rayado blanco sobre
las superficies fondeadas con color. Así vemos como las escrituras
hasta este momento, recatadas en su tratamiento adquieren frondosa
iluminación y otra vivacidad.
Y es definitivamente en las ambivalencias donde Soto hace la gran
fiesta: aquel amarillo que juguetea con los vecinos oliva y auyama, ese
rojo con un cobalto que se aleja, y así.
Ambivalencias o reacciones cromo-dinámicas:
Esos cuadrados de color que se “mueven” delante de un plano tramado de color Soto las llamó ambivalencias.
Esa palabra nos puede sugerir que tan sólo dos son las posibilidades
que deben actuar para generar una situación, más Soto con su desenfadado
tratamiento del color hace que esas placas coloreadas de la obra se
comporten diversamente: yendo y viniendo, avanzando y retrayéndose por
lo que el cuadro se transforma en campo de color y movimiento.
Virtuales:
De cómo ese hilillo pintado y repetido con insistencia conformaría esas
formas geométricas buscadas: sean óvalos coloreados, cubos rigurosos de
aristas y campo de color bien definidos, esferas pequeñas, grandes
esferas pletóricas de sabios colores. A ese maravilloso y mágico
resultado Soto le puso nombre: virtuales
Tomás Musset